Hace falta mucho estómago hasta 2023
Es jueves a la tarde y en el chat de la sección aparecen cosas como «¿Es cierto que renuncia…?» (ponele el nombre que quieras).
Sucedió esta semana el recambio ministerial. Los bonos caen después de un mes de esta «minicrisis de deuda», que le entró por los pesos y sigue con los dólares.
Sigue el tiroteo político, ya pocos se acuerdan de Martín Guzmán, y tengo la sensación de que se ha escuchado poco a la nueva ministra, Silvina Batakis.
Estamos escépticos de los discursos. Hay algunos que leen en clave comunista su defensa del impuesto a la renta inesperada. No se escribió tanto sobre su credo de las tasas de interés positivas y se da como sobreactuada la fe fiscalista de sus primeras declaraciones.
El FMI plantea que debe haber sacrificios. Lo expresó Kristalina Georgieva. Tras hablar con Batakis. Trataría de escuchar mejor lo que dice la flamante ministra.
Antes de ponerme a escribir, hoy me zambullí, entre otras, en charlas de Miguel Kiguel, de MegaQM, y en estos momentos, Emanuel Alvarez Agis, invitado por Puente. También a Martín Polo de Cohen.
Algunas coincidencias en una jornada agitada. Y no es poco. Y la verdad es que nadie -ni Kiguel ni Alvarez Agis- pone completamente las manos en el fuego por un pronóstico en la Argentina:
1) Es más apropiado de una catarsis política el diagnóstico de una crisis de la deuda en pesos, asumiendo la dinámica de los corrimientos de deuda del Tesoro a la de las Leliq. En resumidas cuentas, los vencimientos en pesos son pagables en la mayor parte de los escenarios. El diferencial de CER son sólo dos puntos de PBI.
2) Los precios de los bonos en dólares ni los activos argentinos tienen ningún sentido. Estamos pagando un costo reputacional, el hartazgo de los inversores que no quieren escuchar hablar de la Argentina.
3) No hay voluntad de impago de los vencimientos por parte del Gobierno. Pero estamos en el ojo de la tormenta, y hace falta pericia para manejar el roll over y las necesidades de financiamiento.
4) En paralelo, las Alyc están buscando alternativas para colocaciones de sus clientes que no contengan riesgo soberano argentino.
5) Se complica el escenario externo en materia de commodities y de las monedas para la Argentina, sobre todo la devaluación del real.
6) Es una pena que no podamos aprovechar -esencialmente por los desacuerdos de Alberto Fernández con Cristina Kirchner- la oportunidad de caminar más o menos cerca de los lineamientos del FMI. Con muy poquito, coinciden todos, puede cambiar el humor.
¿Explota todo? Al momento del cierre de este Newsletter, parecería que por hoy no. ¿Mañana? Qué importa ya el después…
Mientras tanto, vamos con tres notas dominadas por el problema de la inflación. Una de Julián Yosovitch, acerca de por qué Pesce, del BCRA, y Powell, de la Fed, sólo tienen en común la P de sus apellidos. Por lo demás, los dos bancos centrales, nada que compartir.
Tomás Carrió nos cuenta las peripecias de los billetes de $ 1000 y nos traza una pintura de la exhuberancia de billetes.
Y, finalmente, Martín Burbridge nos cuenta del gran pifie global de los bancos centrales al diagnosticar la inflación.
Ojalá te sirva y lo disfrutes!
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MARKET MAKER
¿Qué tienen en común la Fed y el BCRA? (Nada)
Probablemente sea redundante recordarlo pero creo que el contexto lo amerita. El Banco Central (BCRA) no es la Reserva Federal (Fed) de los Estados Unidos.
¿Por qué es importante reiterarlo?
Cuando estalló la crisis del coronavirus, colapsaron las expectativas positivas en el mercado y los activos financieros se derrumbaron en cuestión de días.
Tal fue el descalabro y el impacto económico por las cuarentenas, que la Fed aplicó un histórico y agresivo plan de compra de activos financieros para sostener su valor. Para comprarlos, emitía dólares y luego volcaba la liquidez en el mercado financiero.
Durante 2020 y 2021, la hoja de balance de la Fed más que se duplicó, pasando de u$s 3,9 billones a u$s 9 billones. No se temía a la inflación y se privilegiaba el nivel de actividad.
El mercado confía en la Fed, ya que tiene reputación, por lo que emitir tanto dinero no generó un descalabro económico. Recién dos años más tarde, comenzaríamos a ver problemas como la aceleración de la inflación.
SEPARADOS AL NACER
En comparación, y volviendo al tema central de la nota, aquí, el BCRA está embarcado en una política monetaria que inquieta al mercado.
La entidad monetaria argentina emite enormes cantidades de pesos para comprar deuda en moneda local, fundamentalmente bonos atados a CER.
Debido al contexto de falta de confianza y volatilidad en el mercado de bonos en pesos, el BCRA busca defender las paridades de los bonos poniéndose agresivamente del lado comprador, dándole liquidez al mercado y a los fondos comunes de inversión, que deben responder a los rescates de los inversores.
El lunes pasado, por ejemplo, la autoridad monetaria habría emitido cerca de $ 280.000 millones para comprar bonos en pesos. El equivalente a 0,4 % del PBI en tan sólo un día. Si se toma desde que inicio la crisis de deuda en pesos, en menos de un mes emitió más de $1 billón para comprar esos bonos.
Si bien el BCRA emite Leliq, la emisión tan grande es inquietante y claramente esto es combustible para un contado con liquidación que, de no cortarse esta dinámica, el mercado proyecta que el dólar tanga recorrido alcista hacia adelante.
El BCRA no cuenta con la reputación de la Fed y la Argentina tiene un piso de inflación enormemente más alto que los EE.UU. como para aplicar una estrategia agresiva de emisión de pesos para sostener los bonos.
Cuando la Fed salió a emitir dólares para comprar activos financieros, la inflación era del 2% promedio.
En la Argentina, la inflación camina al 60% anual. Por lo tanto, las consecuencias de esta histórica emisión monetaria pueden ser graves en cuanto a más inflación y más devaluación.
Una vez más: el BCRA no es la Fed.
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GENTE DE LA CITY
Pesos para todos: En un año, se duplicó la cantidad de billetes de $ 1000
La cantidad de horneros en circulación creció 95% en los últimos 12 meses. Hoy, uno de cada cuatro billetes es de $ 1000, y ya explican el 67% del valor total de la circulación monetaria.
La montaña de pesos que emitió el Gobierno en el último mes resulta difícil de asimilar. Solo para amortiguar la corrida contra los bonos CER, se calcula que el Banco Central emitió más de $ 1 billón, equivalente a 25% de la base monetaria. A eso hay que sumar los $ 377.000 millones que le giró al Tesoro por la vía de Adelantos Transitorios.
Otra manera de graficar la aceleración de la emisión es observar cómo evolucionó la cantidad de billetes en circulación. Según datos del BCRA, solo en junio el Gobierno puso en la calle 246,2 millones de billetes de $ 1000 y 47,1 millones de billetes de $ 500. Sumados, equivalen a $ 269.750 millones.
La cantidad de billetes de $ 1000 trepó de 1803,8 millones de unidades al inicio de junio a 2050 millones en los primeros días de este mes, un incremento del 13,6%. Más elocuente es el hecho de que la cantidad de billetes de $ 1000 casi se duplicó en los últimos 12 meses, ya que en julio de 2021 circulaban 1052,7 millones de horneros.
Con esta aceleración, hoy uno de cada cuatro billetes que hay en el país es de $ 1000.
En términos de cantidad, pasaron de explicar el 15,6% del share un año atrás al 24,9% en la actualidad. Pero además, según calculó el economista Nicolás Gadano, ya explican 67% del valor total de la circulación monetaria.
«Es la cantidad de billetes multiplicada por su valor. Es decir, multiplicas la cantidad de billetes de $ 10 por 10, la cantidad de billetes de $ 1000 por mil, etcétera. De esta manera ves el porcentaje ya no es cantidad de billetes sino el total de la circulación monetaria en valor«, explicó el economista y ex gerente general del BCRA.
Gadano alertó, además, que los billetes de $ 1000 continúan acercándose así al récord que en 2015 exhibieron los billetes de $ 100, por entonces los de mayor circulación. En ese entonces, los billetes que llevaban la imagen de Julio Argentino Roca y la de Eva Perón llegaron a explicar el 93% del valor total de la circulación monetaria.
A TODO VAPOR
Además de los mencionados 246,2 millones de billetes de $ 1000 y los 47,1 millones de billetes de $ 500, durante junio la Casa de la Moneda incrementó en 10,4 millones la cantidad de billetes de $ 20 y en un millón de unidades los de $ 50. Para el resto de las denominaciones, el saldo es contractivo.
En ese punto, se retiraron -en términos netos- unos 22,6 millones de billetes de $ 100. Aun así, estos continúan siendo los de mayor circulación dentro del país ya que todavía hay unos 2339,3 millones en poder de los ahorristas.
Con todo, la cantidad de billetes en circulación aumentó el mes pasado a 7487,8 millones de unidades, unos 262,8 millones más que a principio de junio.
Augusto Ardiles, ex director de la Casa de la Moneda, dice que la entidad tiene capacidad para imprimir anualmente unos 700.000 millares de billetes. «Llevado al extremo y suponiendo horas extras y que todos los proveedores te cumplan, podría llegar hasta 900.000 millares de billetes», indica.
Un millar equivale a 1000 unidades, por lo que la Casa de la Moneda tiene capacidad para imprimir entre 700 y 900 millones de billetes por año. ¿Cómo hizo entonces para que la cantidad de billetes en circulación aumente 262,8 millones en solo un mes?
Según Ardiles, la Casa de Moneda habría estado importando billetes de afuera. El año pasado, recuerda, habría subcontratado con la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, de España, y con la Casa de Moneda de Brasil, por lo que «al dato de la capacidad instalada de Casa de Moneda tenés que sumar lo que haya importado y vaya recibiendo de afuera».
En el BCRA recordaron que se puede poner en circulación los billetes que hay en stock. Y justificaron que en junio hay estacionalmente una mayor demanda de efectivo por el pago del aguinaldo.
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PROSPECTIVA
El caro error de todos los bancos centrales
Una señal de alarma recorre el mundo desarrollado, que se potencia por los efectos de la guerra de Rusia contra Ucrania.
Es el flagelo de la inflación, que se disparó como nunca antes en los últimos 40 años. Y que, si bien parece un detalle frente a los porcentajes que se manejan en la Argentina, generó un insólito mea culpa de los jefes de los principales bancos centrales.
Invitados por Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE) a su reunión anual (esta vez organizada en la ciudad de Sintra, Portugal), fueron de la partida Jerome Powell, titular de la Reserva Federal de EEUU, Andrew Bailey, del Banco de Inglaterra, y Agustín Carstens, del Banco de Pagos Internacionales.
Y, de las charlas que se dieron a conocer entre este póker de banqueros centrales, la mayor preocupación fue la tasa de inflación que están viviendo y que es fruto de las políticas ultra expansivas aplicadas en los últimos años, sobre todo para contrarrestar los efectos de la pandemia de Covid-19.
Es que hace ya dos años atrás, ante el gran riesgo de que la economía mundial cayera en una recesión profunda cuando se decretaron las cuarentenas y aislamientos obligatorios para evitar el contagio masivo, las máximas entidades monetarias no dudaron en sostener la actividad con emisión.
DINERO DESDE EL HELICÓPTERO
Es la imagen de lanzar dinero desde un helicóptero, que puso de moda el expresidente de la Fed, Ben Bernanke, cuando hubo que evitar el colapso financiero tras la crisis de las hipotecas subprime, en 2009.
Pero que, a la larga, tiene un costo inflacionario para la economía si no se aplica rápidamente política monetaria contractiva cuando la actividad vuelve a arrancar y se retira el dinero excedente.
Hoy, los principales países desarrollados sufren tasas de inflación que se aproximan peligrosamente al 10% anual, generando muchas preocupaciones en los distintos gobiernos sobre cuál es la mejor receta para combatir este flagelo.
Por eso fue muy comentada la reunión en Portugal, donde los responsables de aplicar la política monetaria confesaron su profunda incomprensión respecto del fenómeno inflacionario.
SINCERICIDIO
«Creo que ahora entendemos mejor lo poco que entendemos acerca de la inflación», fue el sincericidio de Powell, en otra de esas frases que pasarán a la historia económica mundial, como la de la «exuberancia irracional de los mercados» de su antecesor Alan Greenspan, o la del helicóptero de Bernanke.
Pero el momento de decir verdades no se quedó ahí: el presidente de la Fed también reconoció que «no hay garantía» de que el banco central pueda controlar la inflación galopante sin dañar el mercado laboral.
«Eso que dice no es muy tranquilizador», le hizo notar la moderadora del encuentro, Francine Lacqua, de Bloomberg TV.
Entre todos los funcionarios allí presentes, hubo unanimidad en reconocer que las recetas aplicadas hasta ese momento habían sido infructuosas para llevar la tasa esperada de inflación al nivel de equilibrio del 2% anual.
EL BCE SUBESTIMÓ LAS SUBAS DE PRECIOS
En la misma línea, Lagarde dijo que la baja inflación de la era anterior a la pandemia no volvería y que el BCE, que ha subestimado persistentemente las subas de precios, tenía que actuar ahora porque era probable que estas subas se mantuvieran por encima del objetivo del 2% para los próximos años.
«Deberían intentar evitar la transición completa de un entorno de baja inflación a un entorno de alta inflación donde esta alta inflación se arraiga. Hay que evitar que se active este círculo vicioso», fue el consejo de Carstens, compartido por todos.
En ese sentido, hace ya varios meses que los principales bancos centrales están aplicando políticas monetarias contractivas, elevando sus tasas de interés de referencia, una medida que va a seguir durante este año y el próximo.
«Habrá circunstancias en las que tendremos que hacer más. Todavía no estamos ahí en términos de la próxima reunión. Todavía nos falta un mes, pero eso está sobre la mesa», anticipó Bailey sobre otra posible suba de tasas que podría dañar la reactivación económica post pandemia.